PARAGUAY-URUGUAY | AUN CON CARENCIAS Y PESE A TERMINAR CON
DIEZ, LOS CELESTES ESTUVIERON CERCA DEL EMPATE
No quiso entrar
Uruguay perdió por una jugada de pelota quieta, por un cabezazo que Celso
Ayala mandó al fondo.
Se perdió. Se podía perder. En cualquier circunstancia, no ya en medio
de la mala racha que tuvo Uruguay para afrontar este partido de anoche en el
Estadio "Defensores del Chaco, está dentro de los cálculos --o dentro de
lo admisible, lo permisible-- que se pueda perder con Paraguay de visitante. Si
los números lo mienten, lo apunta la propia historia de las Eliminatorias
disputadas entre paraguayos y uruguayos.
No cabe, entonces, el drama. Ni tampoco la queja. Por aquello de que, al
fin y al cabo, no vale, o es inútil, llorar sobre la leche derramada. La cuestión
es que Uruguay cayó por 1 a 0, que Paraguay tuvo en varios pasajes ocasiones
como para haberse impuesto por una mayor ventaja, pero a la hora de pasar raya
lo real, también, es que los celestes perdieron por una jugada de pelota
quieta, por un cabezazo que Celso Ayala metió a la salida de un corner al
promediar la primera etapa, y que estuvieron muy --pero muy-- cerca de alcanzar
al empate, como lo prueba el hecho de que un cabezazo de Darío Silva en el período
inicial y un balazo de Leonardo Ramos en la segunda parte, fueron devueltos por
los caños del arco contrario.
Tal vez el pecado es que, en resumen, Uruguay tuvo un fútbol corto,
carente de mayor vuelo, de tres cuartos de cancha en adelante, salvo en las
jugadas en las que el "Chino" Recoba manejó los hilos de la ofensiva
en forma invidual, casi excluyente y solitaria: sus pases pusieron en
funcionamiento los piques de Darío Silva, que en los 45' iniciales tuvo a mal
traer a los experimentados centrales paraguayos, y si su gestión no resultó más
desequilibrante fue nada más que por el hecho de que Chilavert le sacó al
corner no menos de tres taponazos y porque de Recoba para atrás, si acaso, el
equipo de Passarella tuvo la parte --el mediocampo-- a la que más le costó
armarse.
Es que, tras el arranque inicial, en el que Paraguay --especialmente por
la izquierda de su ataque-- creó un par de situaciones como para ponerse en
ventaja, mientras Tabaré Silva cerraba su lateral con clase y garra, Ramos y
Lembo se afirmaban en la zona central de la zaga, la mediacancha trataba de
ordenar el armado con el fútbol de Coelho, pero sintió la falta de acople
entre García y De los Santos, que a veces parecían andar a contramano del
curso de la pelota y, por lo general, jugaban demasiado separados.
Así Uruguay emparejó el trámite. Y, ya en el comienzo del complemento,
consiguió, incluso, que el local perdiera la agresividad ofensiva que,
fundamentalmente por los desdoblamientos de Caniza, las diagonales de Acuña, y
las incursiones ofensivas de Santa Cruz y Báez, había tenido antes.
Por supuesto, a los celestes les siguió costando armarse como para darle
profundidad a sus avances. Y para peor se fue expulsado De los Santos. Pero la
actitud que, evidentemente, le ha inculcado Passarella, y que individual y
colectivamente tienen los jugadores adentro de la cancha, hizo que --con
cambios, con la inclusión de Guigou para jugar como lateral--volante, mientras
por momentos Méndez, Ramos y Lembo quedaban formando una línea de tres en la
retaguardia; como también con la entrada de Olivera para darle vivacidad a la
creación en tres cuartos de cancha, Uruguay se jugara entero, copara la pelota
y la cancha y, aún pasando peligro ante varios contragolpes que Paraguay lanzó
en forma muy especial a partir de los pies experientes y traviesos del
"Loco" González, empujó a fondo de nuevo (llevado por los pies y el
talento del "Chino") y estuvo a punto de sacar el empate, como dramáticamente
lo dejó establecido el zapatazo de "Leo" Ramos que los caños del
arco rival fue devuelto en los últimos instantes del trámite.
Se perdió. No hay excusas. Tampoco es para hacer dramas. A Uruguay le fue
mal, es cierto. Pero va bien. O, por lo menos, no como lo podría sugerir el
resultado de anoche en el Defensores del Chaco. La actitud del equipo, no la
derrota, le da un crédito a la esperanza.
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